CUENTOS Y LEYENDAS DE JULIACA

LOS ONCE MILLONES DE ORO
Luis Richard Condori Pampa, cuenta que los jesuitas que estuvieron en el pueblo de Juli, conocida como la “Pequeña Roma”, se dedicaban a la recolección del oro en toda la comarca, desde Puno hasta la ceja de selva, Sandia, Carabaya; desde el Cusco hasta Arequipa, desde la Paz hasta Potosí y Sucre y otros lugares remotos.
Los sacerdotes con rango y antigüedad en la Orden, al permanecer casi dos siglos en tierras de los Incas, día a día, fueron atesorando el metal amarillo y fueron convirtiéndolos en monedas o pesos de oro, del grosor y tamaño similar a las monedas de 9 y 10 décimos de plata. Por el codiciado metal muchos hombres quedaron sin vida en las minas, otros quedaron enfermos, sin brazos y sin piernas.
En Juli, producido la orden de la Expulsión de los jesuitas; afanosamente se premunieron del transporte, pensando en qué medios iban a trasladar el contingente de la carga tan pesada; máxime si tenemos en cuenta, que la travesía era hasta el primer puerto al mar, es decir hasta Mollendo.
Sin pensarlo dos veces con la celeridad que el caso demanda, reunieron bestias de carga, mulas, caballos, llamas guanacos, etc. Recalcula que fueron 1250 bestias de carga, pues cada una tenía que soportar el peso de 800 monedas del precioso metal.
En la travesía, las llamas y guanacos, resultaron las más débiles por su contextura física; tenían que soportar el peso de la carga, el rigor que aplicaron los arreadores con látigos sobre las bestias, por las ansías incontenibles de llegar al destino, el escaso alimento y falta de agua que mermaban las condiciones físicas; por otro lado en el día el sol sofocante contribuía al cansancio y agotamiento por la jornada larga; los religiosos, acompañantes y arreadores estaban contra el tiempo.
La angustia, la desesperación y la ambición, los inducía, los obligaba a sacar a como de lugar el ingente cargamento de oro; no importa a costa de la muerte masiva de las bestias de carga tenían que poner el hombro por e sacrificio, sudaban copiosamente en el día; y por las noches el frío que calaba los huesos; por el cambio brusco de temperaturas, cogían terribles resfríos la pulmonía fulminante y la muerte inexorable, la travesía realmente fue llena de contratiempos; lo que importaba era tener a buen recaudo y salvar su cuantiosa fortuna.
Desde el pueblo de Juli, en el trayecto habían hecho su paso por los pueblos de llave, Acora, Platería, Chucuito, y llegando a Puno hicieron un breve descanso, para luego continuar.
Llegando a Paucarcolla, en este paraje, prácticamente las bestias de carga estaban diezmadas, muchas de ellas habían sucumbido, consecuencia del cansancio; por la falta de alimento yagua los cambios de temperatura muy acentuadas.
Otras totalmente débiles por la sobrecarga del precia do metal y por otro lado, las horas los días eran una eternidad, tremenda y fatigosa; a duras penas negaron al paraje Caracoto; era casi imposible continuar más adelante, seguramente los seguidores de San Ignacio de Loyola, estaban convencidos que a empresa prácticamente quebró; estamos seguros que ellos presagiaban, que las condiciones eran irrealizables, estaban consumadas.
Era una quimera pensar en continuar la travesía, hasta la ciudad blanca de Arequipa; luego pensar en un sueño irrealizable pretender llegar a Moliendo y luego enrumbar a la Madre Patria España; era como pretender en esa época viajar a la luna.
Al llegar a la ciudad de Juliaca; tenían ya el convencimiento, que era más que imposible continuar con el derrotero planificado, en cuanto al transporte, era desolador el cuadro, era espantoso, por decir lo menos, los animales una tras otra morían; por el sacrificio sometido; eran incontenibles, la enfermedad, el hambre, la sed, incluso los acompañantes y arreadores, también enfermaron por el esfuerzo sobrehumano, muchos fallecieron.
Los clérigos se miraban unos a otros, como queriendo encontrar una respuesta ó una imaginación salvadora; se sentían impotentes, sentían que no podían hacer nada: y que de las manos se les escapaba el preciado y portentoso tesoro.
La Caravana, se posesionó al píe de los Apus Wayna Roque y la prolongación del Apu Monos Esquen; en este lugar existe hasta nuestros días una fuente de agua, originada naturalmente por un “ojo de agua”, denominada “Patalla”; en dicho paraje descansaron, clérigos, arreadores, acompañantes y animales de carga de los pocos que aún quedaban; no daban para más; los frailes con las miradas perdidas, las bocas amargas, los labios secos; temblorosos, por acción del viento gélido y por la desesperación todo junto, una y otra vez se preguntaban, que hacemos por favor que hacemos; la caravana, quedó definitivamente aniquilada y sin poder moverse.
Ante tal realidad, los jesuitas, determinaron, que los pocos hombres que acompañaban y la convocatoria de otros quienes fueron llamados; día y noche, tarde y mañana; trabajaron en la apertura de un túnel, con barrenos, cinceles y combas, hicieron un boquerón en la mitad del cerro Monos Esquen (prolongación); en este túnel introdujeron el cuantioso caudal; no había otra solución.
El tiempo apremiaba, ahí metieron los once millones de pesos de oro; con las providencias del caso, casi en secreto taparon el túnel y en los alrededores sembraron unos espinos como señal, para un posible retorno de los jesuitas, con el correr del tiempo se convirtió en un bosque de espinos, legando a medir 5 a 6 ms. de altura.
Desde entonces la prolongación del Apu Monos Esquen, toma el nombre de Cerro “Espinal”; propios y extraños enterados de esta posibilidad de la existencia del maravilloso tesoro; a despertado mucho interés, especialmente los expertos en la búsqueda de los famosos “tapados”, ahí esta el pétreo Apu ESPINAL; guardando en sus entrañas el cuantioso tesoro del metal precioso, el tesoro escondido de los ONCE MILLONES DE ORO, de las once millones de esperanzas“.
Hace mucho tiempo, los habitantes del pueblo viejo caminaban y se reunían en la plaza Santa Catalina hoy plaza de armas de la ciudad de Juliaca. Los noctámbulos pasaban forzosamente por esta plaza, en las esquinas algunas personas conversaban en pequeños grupos sobre los últimos acontecimientos de creación de la provincia de San Román con su capital Juliaca.
En una de estas noches, un grupo de amigos que tenían por costumbre dialogar en las esquinas por varias horas, de pronto escucharon, un ruido de espanto, un chirrido áspero y fuerte que helaba hasta los huesos.
Los noctámbulos se pararon contra la pared para percatarse de lo que sucedía y de dónde procedía el espantoso ruido; paulatinamente se les iba apoderando el temor y el susto natural, les iba invadiendo el temor corporal, involuntariamente se movían sus cuerpos, comenzaron a palidecer y los latidos del corazón fueron en aumento; el alumbrado deficiente no facilitaba la visión, el cielo encapotado era otro obstáculo.
De pronto se despejaron las nubes y dejaron un claro en el cielo, la luna llena, alumbró a todo el pueblo viejo. Fue el momento en que las personas confundidas y miedosas, vieron con asombro y con el aliento contenido como se abría lentamente la puerta grande del templo, siempre acompañado con el ruido fuerte que crepitaba.
Pasaron unos momentos cruciales, que parecían una eternidad; en el interior primeramente se vio el humo denso del incienso que salía al exterior, trascurrieron unos minutos, y aparecieron las figuras inconfundibles de los clérigos, una veintena de ellos en columnas de dos con la capucha puesta; con paso lento, muy lento se dirigían al atrio del templo, se paraban por breves momentos, luego procedían con su caminata procesional, pasaron lentamente la calle Salaverry, para luego llegar a la plaza, el viento incesante silbaba y en otros momentos el viento pareciera que lloraba, semejante a las voces de espíritus, acompañados de aullidos de los perros malolientes y vagos.
La columna de frailes, continuaron su paso procesional, los trasnochadores no salían de su asombro, porque los cuerpos de los frailes aparentemente estaban configurados normalmente, pero las capuchas negras no abrigaban rostros ni cabezas.
A la altura de la antigua pileta de fierro que existía en el centro de la plaza, los nocherniegos se restregaban los ojos y atónitos se percataron que los frailes no tenían cabezas.
El viento seguía con sus silbidos raros, a veces el murmullo del viento parecían quejidos, también se escuchaba el bisbiseo de los rezos casi ininteligibles, con voces roncas y entrecortadas; el grupo religioso en columna de dos se acercaba lentamente al colegio San Román, los trasnochadores fueron testigos y vieron como la puerta del colegio se abría lenta y misteriosamente.
Los frailes siempre en columna de dos se introdujeron pausadamente, rezando guturalmente y en igual forma la puerta se cerraba automáticamente, sin que ningún mortal lo hiciese.
Recuperados del susto, las personas que presenciaron todo lo acontecido en la plaza Santa Catalina, percibían en el ambiente una bruma desacostumbrada, con olor penetrante de incienso y sahumerios, acompañado del viento que parecía quejidos, con silbidos nunca antes escuchados, estos se persignaron y rezaron en voz baja.Alguien dijo, esta visión de los frailes sin cabeza, es una señal de progreso para Juliaca, pero antes del progreso acontecerían protestas, luchas y muerte, mucha pena y sufrimientos y el pueblo en su conjunto se levantaría con los brazos en alto.
LA PIEDRA MISTERIOSA
En la ciudad de Juliaca, hay una piedra misteriosa incrustada en la acera de la esquina conformada por las calles Ica, Carlos Lavagña y Sandia. Las personas antiguas que han vivido en el pueblo viejo de Juliaca, cuentan que esta piedra cambia de lugar misteriosamente, porque en aquellos tiempos esta piedra de regulares proporciones se encontraba en las faldas del cerro calvario al pie de un socavón ubicado actualmente en el domicilio del profesor Ernesto Huayllaro a un costado del coliseo cerrado de Juliaca. Se dice que esta piedra posee energía y poder de lo profundo por haber estado expuesto al aire libre cientos y miles de años al frió intenso, a las torrenciales lluvias y fuertes tempestades cargados de truenos y relámpagos que hacían retumbar a los apus (cerros) de toda la región.
No se sabe, quién ni como fue movida la piedra hasta el Campin lo que es hoy el Pasaje de la Cultura. Este hecho significó para los juliaqueños la revolución del cuatro de noviembre de 1965 por solicitar con justicia agua, desague y luz que terminó con la inmolación de sus mártires que tuvo connotación nacional e internacional. Después de veinte años, nuevamente la piedra misteriosa fue movida, tampoco se sabe quién ni como fue a dar a esquina entre las calles Ica y Lavagña donde actualmente se encuentra. Lo único que se sabe, es la devastadora inundación de muchas urbanizaciones y el sufrimiento del pueblo. Cuando cesaron las torrenciales lluvias, Juliaca parecía una isla solitaria.
La piedra misteriosa iba a ser destruida como material de base en la construcción de la vereda. Las personas que sabían de la existencia de esta piedra, impidieron que se moviera de su lugar y con la intervención del alcalde provincial Marcos Valencia Toledo lo fijaron con cemento en la misma vereda para que los juliaqueños ya no sufran mas daños y desgracias. 
La gente del pueblo le dice la piedra de la carnicera, pero las personas que saben de su energía y poder le hacen el pago echandole flores, dulces, galletas, misturas, serpentinas, licores y otros pagos y challadas a voluntad, como un acto de agradecimiento por los beneficios y milagros recibidos, especialmente en el año nuevo, carnal chico, semana santa, tres de mayo, san Juan, 28 de julio, mes de agosto santa tierra pachamama, 24 de setiembre, 24 de octubre y navidad. Los creyentes en la piedra piden que nunca sea movida de su sitio, para evitar nuevos sufrimientos y desgracias en el pueblo juliaqueño.
LA CASA ENCANTADA
En la ciudad de Juliaca, en la esquina formada por los jirones Nicolás de Piérola y Tumbes existe una casa encantada, los vecinos antiguos del lugar cuentan que muchos años atrás, esta casa había sido alquilada para un restaurante o pensión con el nombre de Ojos Azules. Los dueños del negocio y el personal de servicio al terminar la jornada de atención a los comensales cerraron bien las puertas asegurándolas con tranquetas, al pasar al segundo piso a dormir, ni bien estaban en la cama, escucharon extraños ruidos espeluznantes, dueños y mozos pasaron una mala noche, no podían conciliar el sueño.
Al día siguiente, en la madrugada había un desorden que espantaba a los presentes, todo estaba en ruinas, platos rotos, mesas partidas en dos, adornos y cuadros hecho pedazos, la comida sobrante impregnada en las paredes y el techo; era increíble y espantoso lo acontecido.
Los inquilinos estaban con escalofríos en el cuerpo, angustiados y temerosos por su vida, no podían descifrar el suceso, no alcanzaban a comprender el significado y el porqué del hecho espeluznante. Repuestos del percance y del susto, dueños y mozos abandonaron la casa y se trasladaron a otro lugar.
Estos hechos suceden constantemente con los nuevos inquilinos. La casa encantada permanece toda abandonada, nadie se atreve a vivir en ella. En el lugar se comenta que, la casa está habitada por almas que penan o por espíritus malignos que siempre han estado en ese lugar.
Cuando Juliaca no estaba poblada, el cause del río Torococha no estaba canalizada, atravesaba el lugar formando lagunas y pozas. Los vecinos antiguos cuentan que en ese lugar había una poza de regular profundidad donde sucedían cosas raras, especialmente a media tarde o en la puesta del sol salían de las profundidades de la poza las ninfas o sirenas con busto de mujer y cuerpo de pez, estas atraían a los varones con su dulzura y encanto. Tenía una belleza atrayente, rostro hermoso con cabellera de oro brillante y cuerpo de pez color plata. Los varones atraídos por la belleza no se resistían al encanto de la sirena, después de ver el espectáculo irresistible y maravilloso los hombres quedaban sin habla, otros perdían la razón y se volvían locos, algunos se perdían junto con las sirenas para siempre y no se sabe nada de ellos; muy pocos se liberaban de los encantos de las sirenas y solamente después de un largo tratamiento podían recuperarse.
Con el correr del tiempo la población de Juliaca creció considerablemente, se construyeron nuevas calles y viviendas, las sirenas ya no se ven, el río Torococha está canalizado con fierro y cemento, pero continúa el encanto y el misterio en ese lugar. La casa construida sobre la fosa permanece cerrada y los vecinos del lugar lo llaman la casa encantada.

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